Editorial

Al borde del apagón ¿qué hacer?

Bolivia enfrenta un abismo energético que podría sumir al país en la oscuridad total en menos de tres años. El 70% de la electricidad nacional depende del gas natural...

Editorial | | 2025-07-15 00:07:16

Bolivia enfrenta un abismo energético que podría sumir al país en la oscuridad total en menos de tres años. El 70% de la electricidad nacional depende del gas natural. Pero la producción de gas cae en picada. Ya no exportamos a Argentina, Brasil prepara su salida, y para 2028 no solo no habrá excedentes: ni siquiera habrá suficiente para el consumo interno. El colapso es inminente.

Para revertir esta tragedia se necesita descubrir, perforar y poner en producción tres megacampos gasíferos, algo que no se logra ni con voluntad ni con discursos ideológicos. Requiere inversiones masivas, marcos legales estables, incentivos reales y confianza internacional. Todo lo contrario al actual modelo boliviano, que expulsa el capital, penaliza el éxito y administra la decadencia.

Hoy, la producción ha caído de 60 millones de metros cúbicos día (MMmcd) en 2014 a apenas 28 en 2024. En 2025 caerá a 24, y en 2027, según proyecciones privadas, la producción cubrirá apenas la demanda interna. Y entonces vendrá el apagón: Bolivia tendrá que importar gas a precios internacionales (de 9 a 14 dólares) mientras lo vende internamente a 1,30. Un subsidio suicida que solo agravará el colapso fiscal.

¿Hay salida? Sí, pero requiere una audacia política radical. Requiere hacer lo que hizo Javier Milei en Argentina. En apenas 18 meses, revirtió décadas de intervencionismo kirchnerista y desató una revolución energética sin precedentes. Lo hizo con una fórmula simple y efectiva: liberalización total del sector, estabilidad jurídica, incentivos imbatibles a la inversión y eliminación de trabas.

El resultado es visible en Vaca Muerta, el inmenso yacimiento de la Patagonia: la producción superó los 800.000 barriles diarios, el país proyecta un superávit energético crónico y se estima que en cinco años exportará más de un millón de barriles por día. ¿Qué pasó? Simplemente el Estado dejó de estorbar.

Bolivia no tiene un Vaca Muerta, pero tiene potencial. Tiene el Chaco, tiene a Incahuasi, tiene la cuenca Madre de Dios, tiene geología inexplorada y talento técnico. Lo que no tiene —y debe tener urgentemente— es una revolución que dinamite el modelo estatista que nos trajo hasta aquí.

Eso implica abrir el sector hidrocarburífero a grandes inversiones extranjeras, otorgar estabilidad tributaria por 30 años, eliminar los subsidios que destruyen el mercado interno y permitir que las empresas vendan libremente dentro y fuera del país. Significa poner fin al monopolio político sobre YPFB y convertirla en una empresa eficiente, autónoma y competitiva. Y sobre todo, implica dejar de usar la energía como herramienta de clientelismo y empezar a tratarla como el motor del desarrollo nacional.

Javier Milei ha demostrado que, aun en medio de una crisis, con coraje político se puede atraer inversión, aumentar la producción y recuperar la esperanza. Bolivia debe seguir ese camino antes de que el apagón nos borre del mapa. La disyuntiva es clara: o liberalizamos la energía, o volvemos a las velas. No hay más tiempo. No hay más gas. Solo queda elegir entre la audacia o el abismo.

Se necesita abrir el sector a inversiones extranjeras, dar estabilidad tributaria, eliminar subsidios que distorsionan el mercado y permitir la libre venta de hidrocarburos. Se debe acabar con el control político sobre YPFB y hacerla eficiente y competitiva. Sobre todo, dejar de usar la energía con fines clientelares y convertirla en motor del desarrollo.