
Entrevista ficticia entre Elizabeth
Taylor y su médico
“Corazón de Hollywood”
(Un encuentro imaginario, salpicado de
humor negro y elegancia cínica)
Lugar: Sala privada del hospital
Cedars-Sinai, Los Ángeles.
Año: Poco antes de su fallecimiento.
Personajes:
Elizabeth Taylor, actriz, diva, sobreviviente
de matrimonios y cócteles mortales.
Su Médico, británico, seco, de mirada
clínica y lengua afilada.
Doctor:
Señora Taylor, su corazón está fatigado.
Elizabeth Taylor:
¡Querido! Mi corazón está fatigado desde
1957, justo después del tercer marido y antes del primer Óscar. No me diga nada
nuevo.
Doctor:
Tiene insuficiencia cardíaca congestiva.
Técnicamente, su corazón está bombeando como un camarero sin propina: lento,
frustrado y con ganas de irse a casa.
Elizabeth Taylor:
¿Y quién puede culparlo? Ha amado a más
hombres que los que caben en un formulario del censo. Cada uno me dejó un poco
más cerca del paro cardíaco y un poco más lejos del paraíso fiscal.
Doctor:
Lo curioso es que usted ha sobrevivido a
todos… menos al colesterol.
Elizabeth Taylor:
Eso es porque nunca me acosté con el
colesterol, doctor. A los hombres se les podía gritar, al colesterol no se le
puede ni coquetear.
Doctor:
A este ritmo, su corazón podría decidir
tomar vacaciones permanentes. Lo noto rebelde, como un actor sin contrato.
Elizabeth Taylor:
¿Vacaciones? Mi corazón jamás supo lo que
es descansar. Fue amante, viudo, viudo otra vez, adicto al champagne y huésped
permanente en clínicas. Es un corazón que ha vivido más que la Reina Madre.
Doctor:
A decir verdad, la Reina Madre parecía
más estable.
Elizabeth Taylor:
Sí, pero yo era más glamorosa. Dígame la
verdad, doctor… ¿cuánto me queda?
Doctor:
Con esta clase de corazón… lo justo para
otra portada y una biografía más, edición especial con lágrimas.
Elizabeth Taylor:
Perfecto. Asegúrese de que el titular
diga: “Murió amando demasiado y viviendo como si el mañana estuviera fuera de
presupuesto.”
Doctor:
Y con razón. Usted trató a la muerte como
a un productor tacaño: lo esquivó, lo insultó y al final, lo convirtió en parte
del espectáculo.
Elizabeth Taylor:
No esperaba menos. Que al menos me velen
con diamantes y sin filtros. Y por favor, si escriben algo cursi en mi
epitafio, me levantaré a corregirlo.
Doctor:
Apuntado. Algo sobrio, quizás: “Aquí
descansa Elizabeth. No hubo hombre, enfermedad ni crítica que pudiera con ella.
Pero eventualmente, el corazón se rindió. Con razón.”
Elizabeth Taylor:
Brillante. Que se lo graben en mármol y
con voz en off.
(Ambos se ríen, uno con bisturí verbal,
la otra con una copa de ironía servida en cristal de Baccarat.)
Fin de la consulta, comienza la leyenda…
El que ausculta palabras, donde no llega
el bisturí va la letra.