Editorial

Un debate necesario, pero aún superficial

Después de más de dos décadas de silencio, Bolivia volvió a tener un debate presidencial televisado. No es poca cosa. Lo hizo en horario estelar, en una de las redes más vistas del país...

Editorial | | 2025-07-08 00:17:29

Después de más de dos décadas de silencio, Bolivia volvió a tener un debate presidencial televisado. No es poca cosa. Lo hizo en horario estelar, en una de las redes más vistas del país, y con figuras que marcaron –para bien o para mal– la política nacional de los últimos 30 años. Antes de cualquier crítica, hay que reconocer lo esencial: el debate volvió. Y eso, en sí mismo, ya es un triunfo democrático.

Dicho esto, sería ingenuo suponer que por el solo hecho de haberlo realizado estamos frente a una nueva era de debate político de calidad. Lo que vimos fue una mezcla de viejos hábitos, muchas recriminaciones personales y pocas ideas estructurales.

La economía fue el gran tema, como no podía ser de otra manera. Bolivia atraviesa una crisis que ya no puede maquillarse con slogans ni cifras históricas. Era esperable que los candidatos pongan sus propuestas sobre la mesa. Pero, salvo algunas excepciones, lo que abundó fueron generalidades, promesas vagas y frases hechas como “vamos a salir de la crisis” o “lo lograremos con inversión”.

Samuel Doria Medina habló de eliminar subsidios y estabilizar en 100 días, aunque sin detalles sobre los impactos sociales. Tuto Quiroga volvió con su retórica liberal y propuestas como convertir a Bolivia en un país de “propietarios” y no de “proletarios”, ideas que suenan modernas, pero que requieren más profundidad. Johnny Fernández apeló al populismo clásico: perdonazos tributarios y bonos aumentados, sin decir cómo se financiarán. Manfred Reyes Villa se entusiasmó con vender litio anticipadamente, sin resolver el dilema ético ni explicar si eso es siquiera factible. Eduardo Del Castillo defendió el modelo masista como si nada hubiese pasado, anclado en cifras del pasado sin una sola idea para el presente.

Lo que no se dijo, o se dijo mal, es quizás más revelador. Nadie explicó con claridad qué modelo económico reemplazará al del MAS, al que todos parecen querer enterrar pero al que muchos sirvieron. Tampoco se tocó con seriedad el problema de fondo: Bolivia no solo enfrenta una crisis económica, sino también una crisis de institucionalidad, de justicia, de reglas claras y de confianza ciudadana. ¿Cómo se atraerán inversiones sin seguridad jurídica? ¿Cómo se estabilizará la economía si no se combate la corrupción ni se reforma el sistema judicial? Esas preguntas quedaron flotando.

Hubo una coincidencia casi unánime: Evo Morales no debe volver. Y, sin embargo, esa coincidencia no es garantía de cambio. La ausencia de propuestas profundas revela que los candidatos miran al pasado con la esperanza de capitalizar el desgaste del régimen sin tener que hacerse cargo de su parte en él. Hay un olvido selectivo, una negación interesada de los vínculos con el MAS..

A pesar de todo, y de la notoria ausencia de Andrónico Rodríguez, hubo algo valioso: el debate se dio. Se encendió la chispa. El pueblo boliviano pudo ver y escuchar a sus posibles gobernantes en vivo, sin guion ni propaganda. Ahora queda el reto más difícil: que el próximo debate sea mejor. Más propuestas, menos gritos. Más visión, menos pasado. Más país, menos consignas.

Nadie explicó con claridad qué modelo económico reemplazará al del MAS, al que todos parecen querer enterrar pero al que muchos sirvieron. Tampoco se tocó con seriedad el problema de fondo: Bolivia no solo enfrenta una crisis económica, sino también una crisis de institucionalidad, de justicia, de reglas claras y de confianza ciudadana.