Editorial

Santa Cruz: la región que produce, la región que molesta

Por más que se intente disfrazar de análisis técnico o sensibilidad ambiental, el discurso dominante de cierta intelectualidad andinocentrista, estatista...

Editorial | | 2025-07-06 00:10:00

Por más que se intente disfrazar de análisis técnico o sensibilidad ambiental, el discurso dominante de cierta intelectualidad andinocentrista, estatista, anclada en modelos fracasados, refleja un profundo rechazo al agro cruceño. Lo ven como amenaza, nunca como solución. Lo pintan como un poder fáctico peligroso, cuando en realidad es el único motor económico real del país. ¿Por qué? Porque el agro cruceño representa todo lo que incomoda a ese viejo poder: autonomía, mercado, eficiencia y una cultura que no depende del Estado.

Los análisis surgidos tras el Foro Agropecuario de la CAO lo dejan claro. Se cuestiona todo: su capacidad de exportar, de generar desarrollo, de luchar contra la pobreza. Se le acusa de imponer condiciones, de cooptar candidatos, de chantajear al país. Y, sin embargo, nadie responde lo más importante: ¿cuál es la alternativa que proponen? La misma de siempre: extractivismo, minería, gas, litio… el viejo modelo primario-exportador centralista, incapaz de diversificar la economía ni democratizar la riqueza.

La verdad incómoda es que, mientras el Estado ha despilfarrado recursos y ha hundido al país en crisis tras crisis, el agro cruceño ha crecido a pesar del Estado. Ha generado divisas, empleo, inversión y ha reducido la pobreza en Santa Cruz a niveles muy por debajo del resto del país.

Santa Cruz molesta porque demuestra que sí hay otra forma de hacer país. Una forma descentralizada, orientada a la producción real y no a la renta; una forma basada en el esfuerzo y no en el subsidio; una forma que exige reglas claras, propiedad garantizada y libertad de comercio. El agro no pide cheques del Tesoro. Exige caminos, seguridad jurídica y no ser criminalizado por producir.

Para los defensores del viejo modelo minero-estatista, eso es intolerable porque rompe con el monopolio del poder, distribuye el ingreso sin pasar por La Paz y amenaza el orden de las “élites ilustradas” que siguen mirando a Santa Cruz con desprecio y desconfianza, mientras la región se convierte —de hecho— en la única promesa cumplida del país.

¿Se puede construir el desarrollo solo con el agro? No. Pero el agro es la base inmediata sobre la cual sí se puede edificar una economía del conocimiento, una industrialización real, una diversificación productiva. Bolivia no puede saltar de la informalidad a la inteligencia artificial sin pasar antes por una agricultura eficiente y una agroindustria sólida.

La guerra contra el agro cruceño no es nueva. Viene desde la reforma agraria, desde el centralismo que despreció al oriente y apostó todo al estaño, al gas, al litio. Pero esa guerra no tiene futuro. Porque Santa Cruz ya no es la promesa: es la realidad. La región que produce, que emplea, que exporta, que integra. Y por eso incomoda.

Bolivia no saldrá adelante mientras siga mirando con odio a la única región que camina. El futuro no está en los lamentos ni en el estatismo. Está en la tierra, en la empresa, en el trabajo. Y hoy, más que nunca, el agro no es el problema: es la salida.