Editorial

Monstruosa burocracia

El experimento impulsado por Donald Trump, conocido como DOGE —Departamento de Eficiencia Gubernamental— a la cabeza del magnate Elon Musk...

Editorial | | 2025-07-04 00:44:41

El experimento impulsado por Donald Trump, conocido como DOGE —Departamento de Eficiencia Gubernamental— a la cabeza del magnate Elon Musk, fue un fracaso. No fue por falta de inteligencia, recursos o buenas intenciones, sino por una razón mucho más profunda y estructural: el monstruo burocrático que consume cualquier intento de reforma. Musk se enfrentó a una criatura que no puede ser domada con eficiencia empresarial, porque el Estado moderno no responde a las lógicas del mercado, sino a los incentivos del parasitismo.

DOGE prometía identificar el despilfarro en el gobierno federal y recortar hasta dos billones de dólares. Pero el Congreso desarmó cualquier esfuerzo de recorte con su “Big, Beautiful Bill”, una ley cargada de cláusulas, subvenciones y gasto clientelar. En lugar de reformas, hubo reembolsos. En lugar de eficiencia, más burocracia.

Ludwig von Mises ya había advertido en Bureaucracy sobre la incompatibilidad entre el espíritu empresarial y la lógica estatal. El empresario triunfa en un entorno donde la eficiencia se mide por la ganancia y la pérdida. El burócrata, en cambio, mide su éxito por el cumplimiento de reglamentos, la expansión de su oficina y la capacidad de justificar su presupuesto. El primero necesita resultados. El segundo, permanencia.

Musk intentó llevar el sentido común empresarial a un sistema que lo repele por naturaleza. En la empresa privada, producir más, mejor y a menor costo es una virtud. En el Estado, reducir gastos puede significar perder aliados, votos y poder. Los congresistas tienen incentivos para gastar, no para ahorrar. Cada dólar enviado a sus distritos significa apoyo político, contratos, empleos públicos y reelección. Es la lógica del "pork-barrel": legislar para el bolsillo propio.

Además, el aparato estatal tiene su propio ecosistema de supervivencia. Decenas de miles de funcionarios, asesores y técnicos que viven del sistema no permitirán que se les corte el flujo de fondos sin resistirse. Lo que Musk enfrentó no fue solo un Congreso lleno de intereses cruzados, sino una clase burocrática atrincherada, que ve a la eficiencia como una amenaza.

El fracaso de DOGE no debe leerse como el fracaso de Musk. Es la evidencia del fracaso del reformismo ingenuo. El Estado no puede ser "arreglado" como se reestructura una empresa. No se puede poner a un empresario brillante al frente de una agencia y esperar resultados. Lo devorará el sistema. Porque el problema no son las personas, sino las estructuras, los incentivos y la cultura del gasto sin control.

¿La solución? No pasa por nuevos departamentos ni más leyes. Pasa por asumir que el Estado moderno ha crecido más allá de su propósito original. Está en todas partes: educación, salud, banca, alimentación, energía. Es una droga adictiva que anestesia a la sociedad con subsidios y promesas. Y quien se atreva a quitarle esa droga, pagará el precio político del síndrome de abstinencia.