Tribuna

A Netanyahu lo que es de Netanyahu

A Netanyahu lo que es de Netanyahu
Oscar Antezana Malpartida | Columnista
| 2025-06-26 00:50:48

Para Binyamin Netanyahu (Bibi, su apodo), primer ministro de Israel, este es un momento de triunfo. Durante décadas, ha instado a los presidentes estadounidenses a actuar con contundencia contra Irán. Esta vez se dio. Bibi tomó el liderazgo, con riesgos, pero de manera sistemática y con algo de suerte. Este artículo no es una apología de las guerras, solamente aclara responsabilidades. Veamos.

Documentos internos de Hamás revelan que la organización pospuso la ofensiva hacia Israel del otoño de 2022 a octubre de 2023 para intentar convencer a Irán y Hezbolá de sumarse (CNN). Según las actas, Irán y Hezbolá mostraron apoyo “en principio”, pero enfatizaron que necesitaban más tiempo para “preparar el entorno”. No existe información muy clara, pero Hamás decidió llevar a cabo la masacre el 7 de octubre de 2023. Hezbolá solo respondió con cohetes al día siguiente, el 8 de octubre.

Hamás intentó iniciar una guerra en múltiples frentes destinada a destruir a Israel. Irán, junto con su representante Hezbolá, aspiraba a una guerra de desgaste que provocaría el colapso de Israel y expulsaría a EE.UU. de la región. Este, que respaldaba firmemente a Israel, esperaba una estabilidad regional basada en nuevas posibilidades políticas para israelíes y palestinos, la normalización entre Israel y Arabia Saudita, y un pacto de defensa entre Washington y Riad, en base a los Acuerdos de Abraham de septiembre de 2020, logrados durante la primera presidencia de Trump. Básicamente, estos acuerdos normalizaron o mejoraron las relaciones entre Israel y varias naciones árabes, incluyendo, en algunos casos, el reconocimiento de la soberanía de Israel. Esto explica, en gran parte, por qué los países de la región actuaron con perfil bajo y no se pusieron explícitamente contra Israel; además de que ningún país vecino quiere recibir a palestinos en su territorio.

Sin embargo, Hamás, Hezbolá e Irán juzgaron mal la fuerza militar de Israel. Israel, a la cabeza de su primer ministro, secundado por su gabinete de extrema derecha, ejerció su poder para remodelar Medio Oriente. Eliminó las capacidades militares de Hamás y decapitó a los dirigentes de Hezbolá en el Líbano. El derrocamiento oportunista del régimen de Assad en Siria, a manos de fuerzas rebeldes, puede entenderse, en parte, como un intento de aprovechar el debilitamiento del poder regional iraní por parte de Israel. Irán respondió tibiamente con un ataque de misiles que dio la oportunidad de oro a Israel para llevar a cabo ataques sofisticados dentro de Irán, que desnudaron y degradaron significativamente la defensa antiaérea de ese país. Aparentemente, un ataque aéreo impecable. El presidente Trump le siguió el juego.

Ante un Irán debilitado, animó a Israel a “terminar el trabajo”. Los informes de inteligencia israelíes fueron la justificación. Se alertó que Irán estaba cerca de un “punto sin retorno” nuclear al haber acumulado más de 400 kg de uranio enriquecido al 60 %, acercándose al umbral del 90 % usado para armas (Wikipedia, The Times). No se sabe si Irán estaba tan cerca, pero tampoco es creíble que tenía “un programa nuclear con fines pacíficos”. Un país que nada en energía, con tanto petróleo y gas abundante, ¿para qué necesita desarrollar un programa de energía atómica?

EE.UU. no estaba de acuerdo en atacar a Irán. Pero el plan israelí ya se había iniciado meses atrás, esperando el momento. Ingresaron subrepticiamente drones explosivos y desactivaron defensas aéreas y lanzadores de misiles iraníes. Esto proporcionó a la Fuerza Aérea israelí superioridad aérea táctica. Los bombardeos alcanzaron más de 100 objetivos clave. Nuevamente, EE.UU. quedó asombrado y le siguió el juego a Israel. Se dieron nueve días de intenso intercambio de misiles entre Irán e Israel (incluyendo bombardeos aéreos israelíes) en un cielo prácticamente dominado por este último. Pero el trabajo estaba incompleto. Se tenía que destruir los centros de Fordo, que operaban en las entrañas de una montaña. Lo único que podía hacer un daño significativo o destruir totalmente eran las bombas de penetración de municiones masivas (MOP), la mayor bomba no nuclear "rompe búnkeres" del mundo que EE.UU. posee. En primera instancia, EE.UU. se negó a participar en la guerra, habida cuenta de que Trump prometió no iniciar, sino más bien acabar guerras. Pero la tentación fue demasiada y Trump decidió seguir el juego. Al presente, parecería que la destrucción o daño a esos centros fue significativo, aunque aún no se tiene certeza de su magnitud.

Después de un par de intercambios de misiles aéreos entre Irán e Israel, presionados por EE.UU., decidieron un cese al fuego, aunque todavía no se concreta totalmente. Lo que se esperaría es que la diplomacia funcione. ¿Qué está en juego? EE.UU. e Israel quieren que Irán no produzca ni una molécula de uranio en su territorio, además de entregar o encontrar los 400 kg, y que pare de financiar grupos terroristas. A cambio, el actual régimen iraní y sus aliados cesarían permanentemente las hostilidades. Trump ha negado anteriormente que el cambio del régimen iraní sea un objetivo, pero también ha insinuado que esa idea está “flotando” y podría apoyar a Netanyahu nuevamente. Con el cese al fuego, nuevamente lo ha negado. Es parte del Trump imprevisible y/o de ese que habla y luego piensa, al que nos tiene acostumbrados.

La relación entre Estados Unidos e Israel acaba de transformarse. Queda por ver si Netanyahu comprende plenamente lo que ha cambiado. Podría aprovechar esta oportunidad para poner fin a las dos guerras de Israel, en Gaza e Irán. Adicionalmente, Bibi tendría el capital político para anexar Gaza, como demandan sus socios de coalición, o no. No debe intentar imponer su visión de un nuevo orden regional por sí solo. Necesita la aceptación de EE.UU., Arabia Saudita, Jordania, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, entre otros.

Oscar Antezana Malpartida | Columnista