Editorial

Nuestras religiones

Mientras el mundo arde entre guerras fundamentalistas, como la que recrudece entre Israel e Irán, muchos se preguntan por qué América Latina no ha caído en el abismo...

Editorial | | 2025-06-21 08:57:14

Mientras el mundo arde entre guerras fundamentalistas, como la que recrudece entre Israel e Irán, muchos se preguntan por qué América Latina no ha caído en el abismo de conflictos sectarios de esa magnitud. La respuesta es simple: aquí no nos matamos por religión. Desde México hasta la Patagonia, compartimos una matriz cristiana común que, con matices, ha ofrecido un pegamento cultural y espiritual que amortigua diferencias. No hay suníes contra chiíes. No hay cruzadas. No hay yihad.

Desgraciadamente sí estamos profundamente dominados por otras formas de fe: dogmas laicos, creencias políticas disfrazadas de verdades absolutas, mitos culturales enquistados en el inconsciente colectivo que impiden nuestro desarrollo. Las verdaderas religiones de América Latina no están en los templos, sino en la cabeza de sus ciudadanos y en los discursos de sus líderes.

Una de estas religiones es el victimismo histórico. Nos contamos una y otra vez el relato de la conquista como una tragedia interminable que nos condena a la pobreza. Vivimos esperando una disculpa de España, la devolución del oro, la redención por el saqueo. Ese mito nos ha hecho creer que la deuda del mundo con nosotros es eterna y en esa espera pasiva nos hemos quedado sin iniciativa ni autocrítica Es una religión que nos da consuelo y nos paraliza.

Otra religión poderosa es la del fetichismo de los recursos naturales. Creemos que por tener litio, petróleo, oro, selvas y ríos, somos ricos. No importa que carezcamos de educación científica, innovación tecnológica o instituciones sólidas. Repetimos el mantra “América Latina es rica”, aunque los datos digan lo contrario. Esa creencia no solo es falsa, es peligrosa, porque sustituye la cultura del esfuerzo por la ilusión de una riqueza natural automática.

También somos devotos del antimperialismo místico. Todo fracaso económico, político o social tiene como culpable al “imperio”, esa entidad vaga y poderosa que impide nuestro desarrollo, nos saquea y manipula nuestras democracias. Este dogma nos exonera de responsabilidad: no somos incompetentes ni corruptos, somos víctimas.

Quizás la más nociva de todas estas religiones sea la fe en el mesías. América Latina vive esperando a ese líder salvador que solucionará todos los problemas, enfrentará al imperio, recuperará la soberanía y devolverá la dignidad. Y cuando aparece ese mesías, le entregamos todo: poder absoluto, instituciones, justicia, recursos. Renunciamos a la libertad en nombre de la esperanza. Pero casi siempre, el mesías termina siendo un tirano o un ladrón con carisma.

Estas religiones no generan bombas ni mártires suicidas, pero sí producen atraso, miseria, frustración y autoritarismo. Mientras en Medio Oriente mueren por Alá o Yahveh, aquí morimos lentamente por el mito, por la pereza mental, por la falta de pensamiento crítico.

América Latina no necesita más fe; necesita más razón. No necesita más mesías; necesita más ciudadanos. No necesita que le devuelvan nada: necesita aprender a construir. El día que dejemos de adorar nuestros propios mitos, tal vez ese será el primer día de nuestra verdadera libertad.