Editorial

No rendirse ante el chantaje

Hay quienes, con cierto aire de estrategia política o tal vez ingenuidad peligrosa, proponen dejar que Evo Morales sea candidato en las elecciones...

Editorial | | 2025-06-16 00:44:11

Hay quienes, con cierto aire de estrategia política o tal vez ingenuidad peligrosa, proponen dejar que Evo Morales sea candidato en las elecciones. “Que se postule y que el pueblo lo derrote”, dicen. El argumento suena democrático y hasta valiente, pero esconde una trampa que Bolivia ya ha vivido y que le ha costado demasiado.

El referéndum del 21F fue claro: la mayoría del país le dijo “no” a su reelección indefinida. Sin embargo, Morales burló ese mandato popular con una maniobra judicial vergonzosa, alegando que ser candidato era un “derecho humano”. Y cuando la ciudadanía lo rechazó en 2019, su reacción no fue la autocrítica, sino el caos: denuncias sin pruebas, movilización violenta, muertos, heridos, y la narrativa del golpe que aún envenena el discurso político.

Hoy, cuando algunos proponen darle una nueva oportunidad para “enterrarlo políticamente”, olvidan que Morales no cree en las urnas si no le son favorables. No cree en las reglas del juego democrático, sino en manipularlas. ¿De verdad alguien cree que aceptaría una derrota sin incendiar el país otra vez?

Desobedecer la Constitución para darle gusto a un individuo sentaría un "nefasto precedente" que erosionaría aún más el ya frágil estado de derecho en Bolivia. La preocupación no es solo que pueda perder, sino que, si pierde, vuelva a "incendiar el país" argumentando fraude, como ya lo ha hecho en el pasado, manteniendo a la nación como rehén de su ambición desmedida.

Su historial lo delata: no sólo es su ambición desmedida o su desprecio por la ley, sino también las graves denuncias que arrastra —desde vínculos con el narcotráfico hasta abusos a menores— que jamás ha aclarado ni enfrentado en un juicio. Habilitarlo sería normalizar la impunidad, sería convertir al Estado en cómplice del abuso.

La inhabilitación de Morales no es persecución política. Es una necesidad jurídica, ética y de supervivencia democrática. Permitir su candidatura sería premiar la deslealtad con la democracia, legitimar la violencia como herramienta de presión y mandar un mensaje aterrador: que en Bolivia todo vale si tienes poder y seguidores.

Evo Morales no merece otra candidatura. Merece rendir cuentas ante la justicia. Bolivia no puede darse el lujo de seguir siendo rehén de su ambición. Lo que está en juego no es solo una elección, sino la posibilidad de construir una política sin chantajes, sin caudillos, sin miedo.

En este momento decisivo, Evo Morales debe enfrentar los tribunales, no las urnas. Que responda por sus actos pasados y presentes en juicios independientes. Permitir su candidatura sería renunciar a los valores republicanos, premiar el abuso de poder y repetir los errores del pasado. La democracia exige memoria, no revancha: Bolivia no puede darse el lujo de normalizar la impunidad ni de abrir nuevamente las heridas de la confrontación fratricida que sufrió en los últimos años.

Evo Morales no merece otra candidatura. Merece rendir cuentas ante la justicia. Bolivia no puede darse el lujo de seguir siendo rehén de su ambición. Lo que está en juego no es solo una elección, sino la posibilidad de construir una política sin chantajes, sin caudillos, sin miedo.