Miradas

La gran función de las listas electorales

La gran función de las listas electorales
Alberto De Oliva Maya | Columnista
| 2025-06-12 01:29:05

En Bolivia, la política dejó de ser un ejercicio de responsabilidad hace rato. Hoy es un espectáculo de variedades, donde los candidatos son los artistas principales, los partidos, los productores de bajo presupuesto, y los electores... bueno, nosotros seguimos pagando la entrada más cara.

La reciente presentación de listas de candidatos habilitados parece un acto de ilusionismo barato. Los partidos, en un despliegue de magia de plaza, sacan nombres del sombrero como si fueran conejos desconocidos. Algunas tan irrelevantes que ni sus vecinos saben que existen, y otras tan repetidas que ya deberían tener camarín propio en el Parlamento, con catering incluido.

Los reciclados de siempre reaparecen como si estuvieran en la última gira de despedida de su banda ochentera. Pero tranquilos: siempre hay una “última gira más”, con el mismo repertorio de promesas vacías, discursos heredados y una incapacidad actoral digna del teatro colegial.

Y el presentador estelar: don D"Hondt será el verdadero protagonista: el sistema de representación proporcional D"Hondt, también conocido como el maestro de ceremonias de la repartija. Un método tan democrático como impredecible, que reparte senadores como si fuera una piñata de cumpleaños en casa ajena. Si los partidos no se matan entre sí por los votos, entonces cada uno agarra un senador de recuerdo, aunque sea por cortesía.

Sí, querido lector, el 17 de agosto podríamos tener en varios departamentos cuatro senadores de cuatro partidos distintos, como si estuviéramos repartiendo porciones de torta en una fiesta donde nadie quería venir, pero todos igual se sirven.

¿Y cómo lo sabemos? Fácil: porque el famoso Oráculo de la Democracia, es decir, las encuestas, nos muestran un panorama más fragmentado que la pantalla del celular de un taxista. Nadie supera a nadie con claridad. Según el sondeo de El Búnker y la encuesta de UNITEL, la diferencia entre el primero y el quinto es tan mínima, que los únicos que están seguros… son los encuestadores que cobran por decir lo que nadie cree.

En medio de todo esto, los aspirantes a senadores parecen competir por quién es más chupasangre de su candidato que por brindar propuestas que defenderán en el Parlamento. Más que seguro, unos bailarán, otros cantarán, otros llorarán, y el resto improvisará en TikTok, como si eso fuera requisito constitucional. Propuestas serias, pocas; pero talento para el show, sobrarán.

Cada spot publicitario parecerá más un casting para Yo Me Llamo que un intento por convencer al votante. Es la versión asambleísta de Bolivia Tiene Talento, donde lo importante no es legislar, sino viralizarse.

¿Y quién se lleva el premio mayor? Gran pregunta. Porque en esta comedia nacional, que a veces se vuelve tragedia, la gente ya no compra el mismo pan rancio de siempre. El miedo ya no pega como antes. La amenaza de que “si no se une la oposición, gana el MAS” ya no genera ni bostezos.

Nadie quiere que el MAS continúe, eso es evidente hasta en los chistes callejeros. Los únicos que aún repiten el guión del apocalipsis azul son:

Algunos medios que viven del susto profesionalizado y políticos de cartón que no tienen ideas, pero sí una fábrica de alarmismo portátil.

Dicen que el MAS es invencible… mientras ellos mismos se tropiezan en sus mini alianzas, firman acuerdos que duran menos que un gel de cabello y meten a sus amigos en las listas como si estuvieran armando un equipo de fulbito.

Pero el pueblo, ese sí ha cambiado. Ya no se traga el “cuco azul”, ni aunque venga disfrazado de Evo con megáfono y radio gratuita. Hoy se busca algo más decente: liderazgo con ideas, propuestas que no insulten la inteligencia, y candidatos que no estén más quemados que tutuma de fogón.

Y como todo buen circo... el espectáculo debe continuar. Entonces, ¿quién ganará? ¿El que promete Wi-Fi satelital para todos? ¿El que baila mejor cueca en TikTok? ¿O el que tiene menos denuncias en su historial?

La verdad es que nadie lo sabe. Lo único cierto es que en Bolivia, la democracia se vive con creatividad, con ironía... y con nervios… La democracia también se vive con pasión, y el infaltable toque de humor. Las elecciones son más que un proceso político; son un espectáculo donde cada ciudadano es parte del elenco. Así que, prepárense para la próxima función, porque en el gran circo electoral boliviano, siempre hay sorpresas.

Así que vayan desempolvando su mejor cara de “indignado con esperanza”, porque la función del 17 de agosto promete risas, lágrimas... y tal vez, solo tal vez, una chispa de dignidad.

Alberto De Oliva Maya | Columnista