Editorial

Crónica de un incendio anunciado

Bolivia arde, literalmente y en el sentido más profundo. Grupos violentos atacan a militares, incendian ambulancias, destruyen bienes públicos, provocan zozobra en las carreteras...

Editorial | | 2025-06-10 00:28:38

Bolivia arde, literalmente y en el sentido más profundo. Grupos violentos atacan a militares, incendian ambulancias, destruyen bienes públicos, provocan zozobra en las carreteras y extienden el caos a las ciudades. Evo Morales exige que Luis Arce le entregue el control territorial como si el país fuera su propiedad. Lo sorprendente es que hay quienes todavía se asombran y se preguntan cómo hemos llegado a este punto, como si este incendio no hubiera sido anunciado desde hace dos décadas.

Nada de lo que hoy hace Morales es nuevo ni inesperado. Lo anunció con descaro y lo ha venido cumpliendo paso a paso. Desde su llegada al poder, dejó claro que no respetaría las leyes. Proclamó que todo lo que haría sería ilegal y que luego sus abogados encontrarían la forma de legalizarlo. Su defensa de la coca excedentaria y del narcotráfico no ha sido jamás un secreto: la ha exhibido sin pudor en foros internacionales y en cada rincón del país.

También dijo que su proyecto de nacionalización no era económico, sino político. Dijo que no se iría del poder, que solo muerto lo sacarían del Palacio. Prometió un “proceso de cambio” que, en la práctica, se tradujo en la captura de la justicia, la corrupción estructural, el uso de la violencia como herramienta política y la creación de un sistema de dependencia económica y social. Cada avance en esta dirección fue anunciado. Cada retroceso democrático fue anticipado.

La tragedia es que durante todo este tiempo muchos se negaron a escuchar. La oposición jamás combatió a Morales en su verdadera dimensión. Lo trataron como un luchador social, como un símbolo de reivindicación histórica, cuando en realidad construía un régimen mafioso. Bajo su mando, las bases del MAS avasallaron tierras, atacaron a la Policía, defendieron el contrabando y sostuvieron una economía paralela que hoy tiene al país al borde del colapso.

Luis Arce, hoy enfrentado a su propio mentor, llama a esta crisis un “capricho” de Morales. Pero no es un capricho: es la consecuencia natural de un modelo que Arce mismo ayudó a construir. Como ministro de Economía, maquilló cifras, dilapidó reservas internacionales y sostuvo un sistema que giraba en torno a la coca, el extractivismo salvaje y el endeudamiento insostenible. Pretender desvincularse del incendio que ayudó a encender es un acto de cinismo político.

Lo más preocupante es que, pese a veinte años de abusos y destrucción, muchos bolivianos aún creen que el MAS puede ofrecer una salida. Hay quienes ponen sus esperanzas en Andrónico Rodríguez, como si pudiera representar algo diferente. Pero el MAS no tiene otro libreto. Su matriz ideológica es incompatible con la legalidad, la economía formal y la democracia. Solo sabe sostenerse en el poder a través del clientelismo, el crimen organizado y la violencia.

Estamos viviendo la crónica de un incendio anunciado. Evo Morales ha dicho siempre lo que haría, y lo está haciendo. Y si el país no reacciona con claridad y decisión, lo seguirá haciendo. Solo una ruptura total con este modelo podrá impedir que Bolivia siga ardiendo.