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País del desastre

País del desastre
José Mateo Gambarte Flores - Comunicador social | Comunicador social
| 2025-06-09 00:18:54

La envidia nos invade cuando advertimos que muchos países en el mundo viven sin violencia, sin caos, sin bloqueos. En otras latitudes puede haber protestas, en reclamo de muchos derechos que el ser humano ha logrado desde siglos o décadas atrás, pero esas protestas no alcanzan los niveles de insania, ignorancia, crueldad y sinsentido que tienen las protestas en Bolivia.

La desazón e impotencia nos rodean cuando el descontrol ignorante de bloqueadores lastima a otras personas, como viajeros con niños, periodistas y médicos. Estos últimos, solo cumpliendo roles informativos y de apoyo sanitario a enfermos. Pero el capricho, la incomprensión y la total ausencia de un mínimo sentido común entre la amorfa chusma hace que se produzcan muertes, lesiones, vejaciones y humillaciones sobre inocentes seres humanos.

Finalmente, perplejos y con rabia advertimos que hay una ausencia de Estado en la patria. El gobierno, que tiene varias atribuciones avaladas por la Constitución, no hace prevalecer el principio de autoridad y parece no darse por enterado del ambiente hostil en que vive la gran mayoría de los bolivianos. Ignora la necesidad de atención sanitaria, ignora la necesidad de locomoción libre e irrestricta, ignora o minimiza la escasez de productos alimenticios.

Entretanto, la caótica confusión es total. Mientras unos piden la habilitación como candidato de aquel expresidente, pese a tener deuda pendiente con la justicia y pese a no poder reelegirse indefinidamente, otros piden combustible, aunque a la vez bloquean caminos por donde deben transitar las muchas cisternas que traen la preciada carga. Otros más protestan por la subida de precios en los artículos de primera necesidad. También hay quienes protestan contra los bloqueos (con justa razón), aunque no hay a quién elevar la protesta. Y, claro, hay quienes protestan contra gobernadores y alcaldes, que al parecer ya no controlan nada en sus ciudades o regiones. Irónicamente, hay bloqueadores que se quejan de la carencia de carne, huevos, frutas, etc., mientras ellos mismos bloquean los camiones que transportan aquellos alimentos.

Somos un país muy extraño, definitivamente, muy extraño. ¿Tendremos remedio?

A todo lo anterior, llegará el colmo de protestar contra la selección nacional de fútbol si no clasifica al próximo mundial. Eso más y habremos tocado fondo.

Es que la situación ya nos muestra un desgobierno total. Pruebas de ello: que el exministro Del Castillo pida la renuncia del presidente del BCB. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Aparecerán los dólares? Y el último chiste: el presidente de YPFB asegura tener argumentos (hasta un libro podría escribir, así lo asegura) respecto a traer combustible sin plata. ¿Es serio? ¿Es jodita para Tinelli? ¿Qué es?

EL DESASTRE

Recuerdo un programa humorístico de sátira política que emitía, varios años atrás, una red televisiva, denominado El país de las maravillas. Un nombre, por cierto, sarcástico, dadas las características de nuestros políticos, en sus maneras de hablar, en sus anecdóticas acciones y, muchas veces, en sus absurdas declaraciones. Pintoresca nuestra política para dar lugar a ese tipo de programas.

Acaso ya no mencionemos el proverbial “pan y circo” de los romanos, lo nuestro es “chiste y circo confuso”.

Todos ansiamos una patria maravillosa. De hecho, el país es maravilloso en su geografía y debería complementarse con una maravillosa población. Pero aquí es donde fallamos, explotando la Pachamama inmisericordemente, ilegalmente e incendiándola abusivamente. Fallamos cuando trescientos mil habitantes del tropical Chapare creen ser más que los restantes once millones de bolivianas y bolivianos. Falla aquel hombre que cree ser Dios, ¿eterno e insustituible?

Así las cosas, nuestro barco, sin timonel capaz o con timonel miedoso, se acerca al remolino. Así las cosas, del utópico y deseado país de las maravillas devenimos en el país del desastre.

José Mateo Gambarte Flores - Comunicador social | Comunicador social