Es muy raro ver a un historiador en un gabinete de gobierno. Y más raro aún, encontrar uno que entienda la historia en serio y que no intente inventar una narrativa o reescribir los hechos a gusto de una ideología o del partido en funciones. Hoy, mientras los partidos se enorgullecen de armar equipos técnicos llenos de economistas brillantes, estrategas y expertos en cifras, se olvida de algo esencial: la historia. Bolivia ha sufrido crisis económicas brutales, no por falta de cerebros, sino por falta de memoria. La hiperinflación de los 80, el colapso minero tras la independencia, la pérdida del Litoral, las guerras por recursos, tres nacionalizaciones y por último, la destrucción que estamos viviendo en este momento. Todo eso fue obra de “especialistas” que no sabían ver más allá de su época. No se trata solo de saber sumar, sino saber de dónde venimos. La historia no se repite por casualidad, sino porque no la conocemos. Y por eso, seguimos tropezando con las mismas piedras. Juan Rulfo tenía razón: sólo hay que leer historia. Aunque solo sea para no hundirnos otra vez.