Editorial

Arce en modo UDP

Por más que se disfrace de “defensor del bolsillo del pueblo”, Luis Arce se comporta cada día más como Hernán Siles Zuazo entre 1982 y 1985: insistiendo en fórmulas fracasadas...

Editorial | | 2025-05-26 00:28:00

Por más que se disfrace de “defensor del bolsillo del pueblo”, Luis Arce se comporta cada día más como Hernán Siles Zuazo entre 1982 y 1985: insistiendo en fórmulas fracasadas, aferrado a una política económica que solo profundiza la crisis y acelera el colapso. Como entonces, se intenta contener una tormenta con medidas de control que no ofrecen soluciones reales, sino más miseria, inflación, escasez y corrupción.

El anuncio de 11 medidas y 7 decretos "en defensa de la economía" es un eco oxidado del viejo populismo dirigista de la UDP. Controles de precios, amenazas penales contra la especulación, militarización de fronteras y créditos disfrazados de incentivo a la producción que no resuelven los problemas estructurales. Arce no gobierna con visión económica, sino con reflejos ideológicos. Pretende luchar contra la crisis jugando a ser un guerrero de la economía, pero sus espadazos no dan en el blanco: le está dando cuchilladas al aparato productivo.

Es inaceptable que ante una crisis aguda de combustible, escasez de dólares y fuga de productos hacia países vecinos, la respuesta sea más control, más burocracia, más Estado entrometido. Los controles no funcionan. No funcionaron nunca. Ni aquí ni en Venezuela, ni en Argentina ni en Cuba. No hay un solo caso en el mundo donde una crisis se haya superado con amenazas, con congelamientos, con castigos o con soldados en las fronteras. Lo que sí logran esos mecanismos es fomentar el mercado negro, la corrupción que tanto parece gustarle al gobierno de Arce, y hundir aún más a los productores honestos.

La única salida real es liberar el tipo de cambio, liberar la economía, y recortar drásticamente el gasto público. Sin dólares, no hay insumos ni inversión. Sin inversión, no hay producción. Y sin producción, no hay precios bajos ni abastecimiento.

Arce, como Siles Suazo, cree que gobernar es resistir, que basta con aguantar y culpar a los especuladores, al contrabando o a la oposición. Pero la realidad es más terca que cualquier decreto. Las políticas actuales no están construyendo un país productivo, están sembrando un país de mendigos. Cada nuevo control, cada restricción, cada artilugio económico tiene un solo efecto: hacer más dependientes a los bolivianos del Estado y más poderosos a los operadores políticos y a los corruptos.

Si de verdad quisiera aliviar el bolsillo de los bolivianos, Arce haría exactamente lo contrario de lo que está haciendo. Abriría los mercados, permitiría que el tipo de cambio flote libremente, reduciría el tamaño del Estado y le quitaría el pie de encima a quienes quieren producir. Pero no lo hará, porque su proyecto no es la recuperación ni el desarrollo, es el sometimiento.

Así como en los años 80 la inflación se devoró el salario de los bolivianos y redujo la dignidad de millones, hoy se repite el libreto. Y si no se cambia el rumbo, el resultado será igual o peor. Arce no está salvando la economía: la está destrozando. Porque gobernar no es jugar a ser economista. Gobernar es entender la realidad y tener el coraje de enfrentarla con decisiones que duelan si es necesario, pero que resuelvan. Lo demás es puro discurso UDP: atraso, miseria y fracaso.

Así como en los años 80 la inflación se devoró el salario de los bolivianos y redujo la dignidad de millones, hoy se repite el libreto. Y si no se cambia el rumbo, el resultado será igual o peor. Arce no está salvando la economía: la está destrozando.