Con un título muy parecido, “El 21F tiene ondas sísmicas de largo alcance”, el 3 de julio de 2018, dos años y medio después de la consulta popular del 21 de febrero de 2016, publiqué una columna que daba cuenta de esta suerte de maldición que persigue a Evo Morales en su destino desde aquella fatídica fecha.
Estas “ondas sísmicas” lo persiguen hasta hoy. Y parece que no tendrán fin hasta el día de su sepultura política. Es como si el grito “Bolivia dice NO” —valga la redundancia y la tautología— se repitiera recurrentemente.
El 21F es el punto de inflexión a partir del cual el destino político de Morales —provocado por esa desmedida y enfermiza ambición de poder eterno— toma otro camino e ingresa en una brutal fase de deterioro sostenido, causada precisamente por esas “ondas” expansivas que lo persiguen diciéndole NO, a cada rato, a sus afanes re-re-reeleccionistas.
Esta maldición se gesta cuando el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) de entonces —sometido como el de ahora— decide convalidar las ambiciones de poder eterno del caudillo, eliminando la limitación de la Constitución que prohíbe gobernar por más de dos mandatos. Ese Tribunal, con ese fallo, arrogándose facultades constituyentes, modificó para el 2019 el artículo 168 de la Constitución, habilitando a Morales indefinidamente y de por vida con el pretexto de “derecho humano”. Vean qué irónica es la política: hoy, ese mismo TCP, arrogándose también competencias constituyentes, modifica el artículo 168, pero esta vez en contra de Morales.
Esa forzada e inconstitucional habilitación, escamoteando la voluntad popular expresada en los resultados del 21F, fue su error capital. Ahí tienen inicio estas “ondas” expansivas.
Veamos ahora, en ese sentido, cómo las “ondas” expansivas de “Bolivia dice NO” se han propagado de manera sostenida en el camino político de Morales y en todos sus intentos reeleccionistas.
Desde 2018, luego de habilitarse como candidato, hasta octubre de 2019, en todos los actos cívicos, desfiles patrios, inauguraciones y otros eventos, Morales era acosado con “letreritos” de cartulina con la frase ¡Bolivia dice NO! En la inauguración de los Juegos ODESUR, el grito “Bolivia dice NO” fue apoteósico. Una vergüenza —textual—: tuvo que abandonar el Sudamericano Félix Capriles. Después, en un acto cívico en Potosí, un humilde trabajador albañil le recordó la frase en voz alta. Acabó luego preso, condenado.
Era imposible anular la protesta, por el trauma que provocó en el electorado la decisión arbitraria de no respetar su voto. Los 2.682.717 ciudadanos que votaron por el NO quedaron profundamente resentidos con Morales y sus delirios de poder eterno.
Los resultados del 21F fueron mérito de la conciencia ciudadana. Con un simple bolígrafo derrotó a una poderosa estructura de poder organizada desde el Estado. Sin recursos y con enormes desventajas frente al aparato estatal, expresó su rechazo a la re-re-repostulación.
Como se observa, la bronca por la decisión de no respetar los resultados se expresaba en todo lado con el estribillo “Bolivia dice NO”. El discurso oficialista —vean la coincidencia con lo que se dice hoy— descalificaba a las movilizaciones y a los activistas, tildándolos de “racistas”, “vende patrias”, “separatistas” y “enviados por el imperio”. “Quieren apartar a Evo para volver a saquear los recursos naturales”. “Detrás de esos veinte pelagatos que marchan con su cartoncito 21F, está el imperio que quiere apropiarse del litio”. Más allá del discurso, inocuos fueron los esfuerzos de Morales por “enterrar” el 21F.
Llegamos luego a las elecciones de octubre de 2019, bajo la sombra de los resultados del 21F y su incumplimiento. En las urnas, las ondas sísmicas, cargadas con el rechazo a la habilitación inconstitucional, nuevamente se vuelven a propagar. La votación, lejos de la mayoría absoluta que proclamó, no le alcanzaba para ganar en primera vuelta. Entonces, para evitar la segunda, acude al expediente del fraude, con el desenlace por todos conocido.
Primero en las urnas, luego en las calles, la ciudadanía nuevamente le dice NO, con el estribillo “… nadie se cansa, Evo de nuevo, huevo carajo”. Vean la expansión de las ondas del 21F. Las calles no se rindieron. Luego de 21 días de intensa resistencia y lucha, Morales, acorralado y sin salida, renuncia y huye a México.
Anuladas las elecciones de octubre de 2019, luego del funesto interinato de Jeanine Áñez, como resultado de las elecciones de 2020, el MAS retorna al poder con Luis Arce. Y cuando este ni siquiera cumple el 50% de su gestión, nuevamente Morales insiste en su repostulación, apropiándose de la sigla en el Congreso de Lauca Ñ.
Sin embargo, las “ondas expansivas” otra vez le dicen NO. En la disputa interna para ser nuevamente candidato, luego de una larga y costosa batalla, pierde la sigla. A su vez, la Sentencia Constitucional 1010/2024, así como el Auto Constitucional 0083/2024, ratifican ese NO.
No obstante, enfermo y obsecuente, insiste en ser candidato “alquilando” otra sigla, ignorando las “ondas” que nuevamente le dicen NO. El Tribunal Supremo Electoral anula la sigla del Frente para la Victoria (FPV), con la que pretende postularse.
Pues bien, la última sentencia del TCP, la 007/2025, ratifica de manera contundente ese NO, inhabilitándolo de por vida. En la ratio decidendi de dicha sentencia, se subraya “la reivindicación de los resultados del 21F”. Vean hasta dónde llegaron las “ondas”.
Sin embargo, ignorando otra vez las “ondas”, insiste con una marcha al Tribunal Supremo Electoral, amenazando con “incendiar” al país si no es habilitado.
Si se observa bien, jamás Evo Morales podrá librarse de la sombra de los resultados del 21F y de sus “ondas” expansivas. Como una sombra, lo perseguirán toda la vida.
*El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.