Se ha demostrado que la economía no es una ciencia exacta y se parece más a la psicología que a la matemática. Los hechos son importantes, pero mucho más determinante es la percepción. Es lo que ocurre con el precio del dólar, que últimamente ha tenido picos muy elevados y se está aproximando a la barrera de los 20 Bs. La gente tiene miedo, no confía, los políticos no ayudan, el gobierno perjudica; todo confluye para que la gente busque la manera de proteger su dinero y su patrimonio. De no haber un cambio radical, un shock de confianza que aliente cierta esperanza a los bolivianos de que las cosas pueden mejorar, la gente no hará otra cosa que recurrir a su instinto de supervivencia, frente a la creciente escalada de precios de los productos de la canasta familiar. Está claro que al gobierno le importa un bledo lo que pueda ocasionar y, para este régimen, mucho mejor si la población se empobrece, así la puede controlar mejor. Está en manos de la oposición ofrecer la luz al final del túnel; de otra forma, la consigna es “sálvese quien pueda”.