Editorial

Cualquier cosa puede pasar

Bolivia ha ingresado en una zona oscura donde cualquier cosa puede pasar. El Movimiento al Socialismo (MAS), ese monstruo político que hasta ahora era una bestia de dos cabezas...

Editorial | | 2025-05-14 00:37:39

Bolivia ha ingresado en una zona oscura donde cualquier cosa puede pasar. El Movimiento al Socialismo (MAS), ese monstruo político que hasta ahora era una bestia de dos cabezas —Evo Morales y Luis Arce— hoy ha mutado en una criatura de múltiples rostros, fragmentada, en guerra consigo misma, pero con una prioridad que los une: conservar el poder a cualquier costo.

Todas las facciones del MAS, lejos de representar una renovación o una nueva cara política, arrastran el desgaste de años de corrupción, narcotráfico, crisis económica y saqueo institucional. La máscara de Luis Arce, que alguna vez pretendió ser el rostro técnico y limpio del proceso, se ha caído. Su incapacidad para liderar incluso a su propio bando es evidente. Andrónico Rodríguez, promovido en su momento como una esperanza de renovación generacional, se enfrenta a un escenario donde ni siquiera dentro de su partido quieren darle la posta. No hay liderazgo real. No hay proyecto de país. Hay solo una consigna: no soltar el poder.

Los rumores que corren en los pasillos políticos apuntan a una medida de emergencia dentro del MAS. La única forma que ven posible para evitar un colapso electoral es forzar una reunificación artificial, amarrada con alambre y miedo. Y aunque Evo Morales aparece como el único liderazgo con capacidad de intentar ese remiendo, el MAS ya no es más que un cascarón lleno de grietas. Fragmentado, fracturado, atomizado.

Pero si el MAS pierde en primera vuelta en las próximas elecciones, saben que no podrán sostenerse en segunda. Por eso, todo el aparato estatal, judicial y electoral está siendo alineado para garantizar, a cualquier precio, la continuidad. Tienen al Tribunal Constitucional, tienen al Órgano Electoral, tienen a la Justicia. Están dispuestos a aplicar cualquier barbaridad jurídica o política que garantice su permanencia. Ya sea con Morales, con Loza, con Andrónico o con quien sea. La cara importa poco. Lo que importa es no perder el poder.

En el otro lado del ring, la oposición hace todo lo posible por perder. Dividida, sin discurso, sin liderazgo, sin estrategia. Más preocupados en destruirse entre ellos que en construir una alternativa seria y creíble. Tan grave es el vacío opositor que, según versiones que circulan, algunos sectores habrían llegado a pactar en la sombra con el MAS para facilitar la habilitación de Evo Morales, asegurando así su propio rol de comparsa en un sistema autoritario disfrazado de democracia.

Así estamos. Con un país saqueado, en crisis económica, política e institucional, mientras el MAS avanza hacia un modelo cada vez más parecido al de Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua. Inhabilitar candidatos, patear el tablero, postergar elecciones. Todo está sobre la mesa. En este momento, Bolivia está en una emergencia política profunda, y cualquier cosa puede pasar. Y cuando un régimen está dispuesto a todo para no soltar el poder, lo único que se puede esperar es lo peor.

Los rumores que corren en los pasillos políticos apuntan a una medida de emergencia dentro del MAS. La única forma que ven posible para evitar un colapso electoral es forzar una reunificación artificial, amarrada con alambre y miedo.