La economía boliviana parece haberse convertido en un escenario de comedia de mal gusto. Cada semana, un funcionario del gobierno de Luis Arce lanza una ocurrencia más absurda que la anterior, como si compitieran por ver quién dice la mayor insensatez. Primero, un burócrata aseguró que la carne no debía subir de precio porque “la vaca fue comprada hace tres años”. Ahora, el director del INE, Humberto Arandia, intenta convencernos de que el alza de la carne no tiene relación con el dólar, como si la economía boliviana viviera en una burbuja aislada del mercado global. ¿El pasto se cotiza en dólares?, pregunta Arandia, en una muestra brutal de desconexión con la realidad del campo. Mientras el país sufre por la escasez de dólares, la inflación y el colapso de la producción, los masistas participan en el único concurso que se toman en serio: el de decir disparates. Esta cadena de declaraciones ridículas no solo refleja ignorancia, sino un desprecio por la inteligencia del ciudadano. Con ideas así, están conduciendo a Bolivia directo al desastre.