
1. Elizabeth Taylor no fue solo una actriz, fue un ícono global, una figura deslumbrante que marcó generaciones con su talento, belleza y vida apasionada. Pero también fue una mujer que conoció el dolor físico y emocional, y que convirtió la enfermedad en causa y bandera.
2. Nacida en Londres en 1932 y criada en California, Taylor comenzó su carrera muy joven. Su consagración llegó con National Velvet (1944), y desde entonces encadenó papeles memorables como en Un lugar en el sol (1951), La gata sobre el tejado de zinc (1958) y ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), por el que recibió su segundo premio Óscar.
3. Más allá del cine, su vida fue un torbellino: ocho matrimonios, romances escandalosos, una fortuna invertida en joyas y causas, y una presencia mediática ineludible. Sin embargo, detrás del glamour, Elizabeth libraba una batalla silenciosa contra una salud siempre frágil.
4. A lo largo de su vida fue sometida a más de 30 operaciones, incluyendo lesiones en la columna y reemplazos de cadera. También enfrentó adicciones al alcohol y a los analgésicos, que reconoció públicamente con una valentía inusual en su época.
5. Su diagnóstico más grave llegó con la edad: insuficiencia cardíaca congestiva, una afección que debilita progresivamente al corazón e impide que bombee sangre de forma eficiente. Esta dolencia marcaría su última etapa, condicionando sus apariciones públicas y su rutina diaria.
6. La insuficiencia cardíaca congestiva no significa que el corazón deje de funcionar de golpe, sino que su capacidad de bombear sangre se ve comprometida por enfermedades como hipertensión, diabetes o colesterol alto. En Taylor, estas condiciones coexistieron con una vida de excesos y estrés.
7. Pese a las dificultades, Taylor no se replegó. Al contrario, su experiencia la llevó a volcarse en el activismo. En los años 80, cuando el VIH/SIDA era un tabú, ella se convirtió en una de las primeras celebridades en alzar la voz, creando la Elizabeth Taylor AIDS Foundation.
8. Su fundación recaudó más de 270 millones de dólares, destinados a investigación, tratamiento y asistencia para pacientes. Su compromiso con esta causa fue tan genuino como su entrega a la actuación. Para muchos, fue una pionera no solo en la pantalla, sino en la conciencia pública.
9. Elizabeth falleció el 23 de marzo de 2011, a los 79 años, rodeada de sus hijos. Su muerte fue atribuida a complicaciones derivadas de la insuficiencia cardíaca. Pero su legado quedó sellado tanto en el celuloide como en los hospitales y laboratorios que su activismo ayudó a sostener.
10. Hoy, la medicina insiste en que esta enfermedad puede prevenirse. Controlar la presión arterial, mantener el colesterol y la glucosa en niveles adecuados, reducir la sal, evitar el tabaco, hacer ejercicio y moderar el alcohol son pasos fundamentales para evitar el destino que enfrentó Taylor.
11. También es crucial reconocer los síntomas: fatiga constante, dificultad para respirar, hinchazón en piernas o abdomen, y palpitaciones. Escuchar al cuerpo puede marcar la diferencia entre la prevención y la tragedia.
12. Elizabeth Taylor vivió como quiso, amó con intensidad y luchó con coraje. Su historia nos recuerda que incluso los ídolos más resplandecientes son vulnerables. Pero también enseña que con voluntad, aún el dolor puede transformarse en servicio y el corazón enfermo en símbolo de lucha.