“La política no debería ser solo una lucha por el poder, sino un intento de resolver los problemas comunes y buscar el bienestar general”. Pukimon.
Zapatero a tus zapatos.- Buscando protegernos, nos llenamos de normas, pero el problema el exceso, pues hay buenas y algunas son útiles. La clave está en ponerles límites.
Hemos construido sistemas administrativos que solo pueden justificar su existencia produciendo cada vez más normas, cuya suma total nos obliga a vivir avasallados y oprimidos. Son sistemas manejados generalmente por gente inepta y sin principios éticos.
La mayoría de estas normas son muy exageradas o injustificadas; otras muchas son fuente de enriquecimiento de la burocracia pública. Todo el mundo es consciente de ello, hemos burocratizado todo, pero no se hace nada para oponerse a ello.
Tenemos un Estado que cuenta con instituciones soberanas que regulan la vida de los pueblos y los ciudadanos en el ámbito de un territorio nacional. Las funciones de este Estado son varias y muy amplias:
La defensa e integridad territorial de la Nación, así como el monopolio de la fuerza pública, las relaciones exteriores del país, la protección de la vida, la seguridad jurídica, la libertad y los bienes de sus habitantes, la administración de justicia, la educación y la salud, sin intervenir en el ámbito de la actividad empresarial de las personas.
Para administrar la complejidad del Estado se necesita de estadistas, gente que tenga formación y experiencia en administración, economía, política internacional, manejo de equipos profesionales y, especialmente, principios y valores éticos. Sin embargo, los dirigentes que hemos elegido y tenemos últimamente son un cajero y un cocalero.
El cajero hace bien su trabajo: cada vez que entran esos cochinos dólares en la caja, él la deja limpia. El cocalero hace muy bien el suyo y en el Chapare prosperan los sembradíos de coca, que se industrializa para llegar al mercado mundial. Pero ambos no tienen capacidad ni interés en solucionar los graves problemas del país.
El sentido común, el menos común de los sentidos.
Usando el sentido común y superando nuestros miedos, podemos descubrir el principio vital de nuestra existencia y así vivir plenamente. El primero y más poderoso de estos principios es la sede de la libertad: vivir libre. El segundo principio, valioso e íntegro: el amor a la vida.
Una sociedad se enfrenta a dos tipos de leyes: justas e injustas. El ciudadano no solo tiene la responsabilidad legal, sino también moral, de obedecer las leyes justas. Pero, principalmente, tiene la responsabilidad moral y cívica de desobedecer y eliminar las leyes injustas.
Como ciudadanos responsables, tenemos que asumir que, para avanzar, debemos ser capaces de ¡decir no! a todo lo que degrada nuestra humanidad y estar dispuestos a pagar el precio requerido, porque el mayor riesgo de todos es la libertad.
Sabemos que el principal problema que tenemos en Bolivia es el Gobierno del MAS y su gente, y si no los cambiamos, nada va a solucionarse. Lo lamentable es que no logramos unirnos, trabajar juntos y respetar nuestros compromisos.
Utilizando el sentido común, tenemos que entender que si no cambiamos la receta y al cocinero, el locro será incomible.
Narcoestados latinoamericanos, los discursos distraccionistas y la coca.
El bien común es aquello compartido por y para beneficio de todos los miembros de una comunidad, en un sentido general y no solo físico o económico. Abarca también el conjunto de las condiciones de vida social con las cuales los seres humanos, familias y la sociedad pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propio concepto de perfección.
Contrario a esto, la política de los gobiernos populistas afecta al bien común y favorece a sus seguidores, que gustan de vivir de la manga y de la coca. Estos gobiernos se convierten en narcoestados, y su relación con los narcotraficantes es, como ellos mismos dicen: “Abrazos y no balazos”. Esto lo repiten y aplican los gobiernos de México, Bolivia, Colombia y Venezuela. En Bolivia, para mostrar su firmeza, realizaron la expulsión de la DEA para que no “hostiguen” a los cocaleros.
Petro, el exguerrillero, es un filósofo sofista y enseña: “La cocaína no es más mala que el whisky. Lo que sí le cayó mal a Estados Unidos es el fentanilo, este sí los está matando, y como no se lo fabrica en Colombia, allá está y sin mayores políticas en contra”.
ovidioroca.wordpress.com