Muchas lunas han pasado desde que fui diagnosticado como alguien con el Síndrome de Ásperger, denominación que me gusta más para lo que, según los nuevos manuales de psicología denominan “autismo nivel 1”, autismo leve (para quienes están alrededor de quien vive la condición).
He superado muchas cosas: desde muy pequeños logros como aceptar el diagnóstico y resignificar mi vida desde esta perspectiva. Darme cuenta de que esa gran cantidad de veces en las que sentí no encajar; que había llegado tarde a la reunión a pesar de ser puntual; sentirme diferente tenían su razón de ser.
El acompañamiento que he tenido con el psicólogo Ernesto Reaño me ha ayudado a:
Pequeños logros como el lograr orientarme mejor: Sí, me solía suceder que, al llegar a un lugar nuevo me desorientaba, y generalmente no sabía por qué, llegar a un sitio de diferentes pasillos, o habitaciones me desubicaba. Se debía principalmente a que, al percibir más detalles que conjuntos mi mente solía quedarse en detalles más que en aprenderse la ruta. Así que ahora, me obligo a mí mismo a percibir una ruta, a hacerme un mapa mental de la nueva locación y de ahí aprendérmela. Y los detalles los uso para afianzar más lo que me sirva para precisar la ubicación.
Disminución de la ansiedad: Mi constante ansiedad ante lo nuevo, ante lo que no tenía respuesta, ante la ruptura de la rutina, ante lo no planeado, o lo impredecible, ha disminuido muchísimo. Me es más fácil centrarme y concentrarme, y he trabajado mucho en la aceptación de lo imprevisible. Generalmente se debía a que inconscientemente nosotros solemos calcular cuánta energía y atención le vamos a dedicar a cada cosa, y cuando está planeado, fluye, todo esfuerzo adicional desencaja y cansa. El ansiedad me daba por ataques de hambre y bloqueo emocional.
Mayor entendimiento de la sensibilidad neurotípica: Sí, solía hablar sin muchos filtros, sin mucha conciencia de que podía estar hiriendo sentimientos por decir las cosas “a rin pelado”, ahora, antes de hacer una observación, hago todo un proceso de asertividad y procuro concentrarme más en medir las reacciones de la persona.
Relajarme: tener un cerebro neurodiverso es tener un flujo de información constante que necesitamos aprender a regular. Muchos dicen que somos lentos para decidir, es lo contrario, nuestro cerebro procesa tantas decisiones y tanta información a la vez que necesitamos más tiempo para procesar y decidir, pero cuando lo hacemos, esa decisión suele ser más acertada. Antes, al no ser consciente de lo que pasaba en mi mente, pues solía tener mucha ansiedad ante las situaciones nuevas.
Soy más “normal”: ser neurodiverso significa que se tiene una forma diversa de ser y procesar todo. Ahora sé que en nuevos entornos es diferente la impresión que causo en las personas, quienes, de no ser porque lo digo, pueden quedarse sin notar cuál es mi condición.
Aprovechar más mi hiperfoco: ahora suelo sacar mejor partido a esa capacidad que tengo de concentrarme tanto en algo, que dejo de lado otras cosas. Es a su vez ventaja y desventaja. Manejar esto de una forma consciente me ha traído beneficios, pero también tiene como consecuencia un mayor cansancio mental y por eso mayor sueño y mayor necesidad de estar solo por momentos para regularme.
¿Por qué contar todo esto en público? Porque es una forma de sembrar conciencia. Hay gente neurodiversa, y debemos ayudar a que haya mayor conciencia en que, una vez conocida la condición, esta puede ser trabajada y son muchas las mejoras que se pueden lograr. Tenemos que abrirnos más a aprender y aceptar las diferencias en el otro, es una forma de ejercer la caridad. Dios con nosotros.