Tribuna

Dime con quién andas y te diré quién eres

| 2024-04-23 00:02:00

"Dime con quién andas y te diré quién eres". Un refrán tan antiguo como el tiempo mismo y, sin embargo, en nuestra cotidianidad política y social, parecemos olvidar su sabiduría. Observamos cómo nos embarcamos alegremente en acuerdos con países de reputaciones cuestionables, esperando, ¿qué exactamente? ¿Un milagro de buen comportamiento por asociación?

Tomemos, por ejemplo, la reciente y polémica alianza de Bolivia con Irán. Un pacto que no solo levanta cejas, sino también alarmas de seguridad, tanto a nivel nacional como internacional. Y es que, claro, cuando un país decide hacer causa común con otro cuyo historial es poco menos que dudoso, no podemos dejar de preguntarnos: ¿acaso nuestros líderes eligieron el camino de la cordura o el del desatino calculado?

Resulta fascinante y trágicamente irónico cómo la historia nos enseña que unirse a los corruptos, los ladrones, o incluso, los asesinos, nunca ha traído más que desdicha y ruina. Pero no, parece que preferimos la compañía de quienes usan la religión y el poder para fines que van más allá de lo espiritual o lo democráticamente sano. Y así, bajo la sombra de estas dudosas amistades, nos encontramos mirando hacia un futuro incierto, preguntándonos no solo quiénes somos, sino a dónde demonios estamos yendo.

La situación se complica cuando consideramos las repercusiones de tales alianzas. ¿Qué decir del asombroso ataque de Irán a Israel y la respuesta tecnológicamente avanzada de este último? El escenario internacional se convierte en un tablero de ajedrez donde cada movimiento de un aliado nos arrastra un paso más hacia el caos.

En lo nacional, la intencionada adopción de la cultura musulmana, patrocinada por el gobierno del MAS, no es simplemente un intercambio cultural. Se convierte en una herramienta de adoctrinamiento, potencialmente seleccionando guerreros para causas que poco o nada tienen que ver con los ideales de paz y armonía que toda religión predica.

En este entorno, donde la justicia parece más un títere del ejecutivo que un baluarte de la equidad y la ley, solo podemos esperar más escándalos y más tensiones. Es completamente lógico, entonces, el nerviosismo de los países vecinos que ven en cada pasaporte boliviano la sombra de un posible terrorista.

Este artículo no pretende ser un llamado al pesimismo, sino un toque de atención. Si realmente creemos en ese viejo refrán, es hora de mirar más de cerca con quién nos estamos juntando. Es hora de elegir compañeros de viaje que reflejen los valores y las aspiraciones de nuestro pueblo, no aquellos que nos arrastran hacia abismos de corrupción y desesperanza.

Así que, querido lector, la próxima vez que escuches "dime con quién andas", tómatelo en serio. Porque en esas pocas palabras, puede estar la clave no solo de conocer a alguien... sino de prever hacia dónde se dirige toda una nación.

Y como ciudadanos, prever los efectos de las alianzas y decisiones políticas de nuestro gobierno y proteger el bienestar común puede parecer una tarea desalentadora, pero es una necesidad y una obligación hacerlo. Hay varias estrategias efectivas que podemos adoptar para ejercer nuestra influencia y mantenernos informados. La educación y concientización y mantenernos bien informados sobre la política nacional e internacional es fundamental.

Esto incluye comprender las implicaciones de los tratados internacionales y las alianzas de nuestro país con otros estados. La educación no se limita a lo académico, sino también a leer análisis de expertos y seguir las noticias que son partes cruciales de un compromiso ciudadano informado y para nada seguir las prácticas masistas de escuchar al gobierno, a un tirano que sólo adopta decisiones a base de intereses personales de poder.

La Participación Ciudadana es clave para poder influir en la dirección de la política exterior e interior del país, más aún cuando las redes sociales tienen un gran alcance y gran llegada a la mayoría de la población. Se debería fomentar un diálogo abierto sobre temas de política exterior entre diferentes sectores de la sociedad y de esa manera ayudar a diversificar las opiniones y enriquecer la discusión pública.

Vigilancia y la Presión Social, es estratégico para supervisar las acciones del gobierno. Esto necesariamente debe incluir la solicitud de transparencia de parte del gobierno, para que sepamos claramente de que tratan los tratados secretos con países que motivan el terrorismo.

El apoyo a la prensa libre, medios que ya son muy pocos en el contexto nacional, tiene que ser de manera abierta de parte de la población. Apoyar a los medios de comunicación independientes que investigan y reportan sobre la política exterior es crucial. Estos medios juegan un papel importante en la exposición de la corrupción y en la promoción de la transparencia.

Pero lo más importante es el activismo y la movilización, es lo que MAS teme el gobierno. El organizar o participar en protestas, manifestaciones y campañas de sensibilización puede ser una forma poderosa de mostrar el descontento público y exigir cambios. El activismo puede dirigirse a cuestiones específicas como tratados internacionales percibidos como perjudiciales o políticas gubernamentales cuestionables, tal como viene sucediendo ahora con el tratado firmado con Irán.

La colaboración internacional es de vital importancia. Si nuestros vecinos denuncian es porque el río trae piedras y no podemos como ciudadanos esperar que nuestro país se nos llene de guerreros terroristas, capacitados y entrenados para la guerra, para realizar atentados y para asesinar sin misericordia. Esto no significa que nos convirtamos en traidores si denunciamos a quienes cuentan con documentación falsa boliviana y esconden a sicarios en potencia que nos exponen a un conflicto internacional, donde BOLIVIA se expone a grandes sanciones internacionales que atentan a nuestro futuro en lo económico.

Estas acciones no solo permiten a los ciudadanos prever y reaccionar ante las decisiones de política exterior, sino que también contribuyen a una sociedad más robusta y democrática. En resumen, aunque ningún ciudadano tiene el poder de cambiar la política por sí solo, juntos, a través del compromiso informado y activo, podemos hacer una diferencia significativa.

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