Cuando
decimos que el caso terrorismo ha dejado un legado nefasto en Bolivia, nos
estamos refiriendo a hechos concretos. Uno de ellos fue el caso Ostreicher,
vinculado al empresario norteamericano que vino a Bolivia a invertir varios
millones de dólares en el agro. El estadounidense cayó en manos de una red
extorsiva que funcionaba en varios ministerios y estaba conformada por los
mismos sujetos que ya tenían muy buena coordinación, ya sea plantando pruebas,
fabricando evidencias y dándoles órdenes a jueces y fiscales en el montaje que
empezó con la masacre del hotel Las Américas de 2009. Llevaban tres años
trabajando como equipo y lo de Ostreicher fue nada más que un negocio
complementario. En 2012, gracias a la intervención del famoso actor Sean Penn,
que vino expresamente a Bolivia para ayudar a la víctima de extorsión, el
escándalo salió a la luz y se conocieron muchos detalles. El ex ministro Carlos
Romero dice ahora que él fue el que desmanteló esa red delictiva que funcionaba
en sus narices. Hoy está citado como testigo nada más y eso prueba que con Evo
o con Arce, la justicia sigue siendo una cloaca.