Nos lo advierte la Biblia, sin anestesia: “La soberbia es odiosa al Señor y a los hombres y la injusticia es ofensiva para ambos” (Eclesiástico 10,7). “(El temor de Yahveh es odiar el mal.) La soberbia y la arrogancia y el camino malo y la boca torcida yo aborrezco” (Proverbios 8, 13). Luego da una píldora de “ubícate”: ¿De qué se ensoberbece el que es polvo y ceniza, si aún en vida sus entrañas están llenas de podredumbre? (Eclesiástico 10,9).
“La actitud más peligrosa de toda vida cristiana ¿cuál es? Es la soberbia. Es la actitud de quien se pone ante Dios pensando que siempre tiene las cuentas en orden con Él: el soberbio cree que hace todo bien” (…) “Hay pecados que se ven y pecados que no se ven. Hay pecados flagrantes que hacen ruido, pero también hay pecados tortuosos, que se anidan en el corazón sin que nos demos cuenta. El peor es la soberbia que también puede contagiar a las personas que viven una vida religiosa intensa. Había una vez un convento de monjas, en el año 1600-1700, famoso, en la época del jansenismo: en perfectísimas y se decía de ellas que eran purísimas, como los ángeles, pero soberbias como los demonios. Es algo muy feo. El pecado divide la fraternidad, el pecado nos hace suponer que somos mejores que los demás, el pecado nos hace creer que somos similares a Dios” (Papa Francisco).
La Biblia de Satán exalta la soberbia como principal virtud: “Di en tu corazón: ‘Yo soy mi propio redentor’”, “El Satanista rehuye términos como esperanza y oración ya que son indicio de aprehensión. Si esperamos y rezamos para que suceda algo, ¡no actuaremos en una forma positiva para hacer que suceda! El Satanista, dándose cuenta que cualquier cosa que consiga es gracias a sus propios actos, toma control de la situación en lugar de rezarle a Dios para que ello suceda. El pensamiento positivo y la acción positiva añaden los resultados. Así como el Satanista no reza para pedir la ayuda de Dios, tampoco le reza para que lo perdone por sus propios errores”.
“El hombre no se salva por sí mismo, y quien ha tenido la soberbia de intentarlo, incluso entre los cristianos, ha fracasado. Porque sólo Dios puede dar vida y salvación” (Papa Francisco).
La Biblia dice que: “La arrogancia precede a la ruina; el espíritu altivo a la caída” (Proverbios 16, 18), “No multipliquen palabras altaneras. No salga de su boca la arrogancia. Dios de sabiduría es Yahveh, suyo es juzgar las acciones” (1 Samuel 2, 3). “...Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los desmandados humillaré” (Isaías 13, 11).
“Para reconocer a Dios debemos abandonar la soberbia que nos ciega, que quiere impulsarnos lejos de Dios, como si Dios fuera nuestro competidor. Para encontrar a Dios es necesario ser capaces de ver con el corazón. Debemos aprender a ver con un corazón de niño, con un corazón joven, al que los prejuicios no obstaculizan y los intereses no deslumbran. Así, en los niños que con ese corazón libre y abierto lo reconocen a él la Iglesia ha visto la imagen de los creyentes de todos los tiempos, su propia imagen” (Benedicto XVI). Seguiremos profundizando más sobre el tema. Dios con nosotros